Topografía y escritura: Llenando el vacío con un mapa de memorias

           La novela topográfica de Sergio Chefjec Los Planetas funciona como una búsqueda bizantina a través de las calles de Buenos Aires, donde el lector entra y sale por callejones con la intención no de llegar a un límite o un lugar fijo sino de recolectar memorias de dichos callejones que desaparecen a medida que viremos en la próxima esquina. Es un ejercicio en la futilidad del pasado pero también una afirmación de su resurrección a través de las palabras escritas. El narrador escribe: “nadie imaginaba que al cabo de los años estas caminatas terminarían así, adoptando la forma de palabras puestas sobre papel” (Chefjec 149). Es una búsqueda tan inútil como la del padre de M tratando de hallar su auto robado pero igualmente exhaustiva y sin fin, como el laberinto del mundo literario.  El seguir recordando y relatando la presencia de M no lo va a materializar ni tampoco le va a traer justicia. Simplemente sirve para mantenerlo presente, para llenar ese vacío que su desaparición ha creado. Chefjec no tiene más opción sino que llenar ese espacio de ausencia con sus palabras, un frenesí de historias fascinantes hiladas por su amistad con M, por su intercambiabilidad con M. El desparecido pudo haber sido él. La novela tiene un carácter aleatorio que no sólo refleja la topografía escurridiza de la ciudad sino la fugacidad de las memorias. Lo escrito reemplaza la historia, lo desaparecido, lo olvidado. Con palabras le damos inmortalidad a lo perdido.